Miradas Cómplices constituye un laboratorio de ideas, de reflexiones fotográficas e imágenes que, quizás, encuentren vuestra complicidad.

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miércoles, 28 de junio de 2017

Ritmo colorista


(c) María Plotnikova

Una de las situaciones más complejas con las que se puede encontrar un fotógrafo,  al deambular por una ciudad con una cámara, son los ritmos visuales a través del color.
Estos ritmos en el color no son lo más importante de la instantánea, pero subrayan, condicionan, ciertos ritmos visuales con la alternancia de tonos o colores primarios y secundarios.

(c) Costa Manos

Ese “ritmo colorista” nada tiene que ver la búsqueda de líneas y perspectivas. Es otro plano de abstracción al encuentro de una posible fotografía. Ese ritmo crea secuencias alternas de color que dan melodía a esas líneas, y enfatizan aún más las profundidades de campo a esas perspectivas.


(c) Georgui Pinkhassov

A veces ese ritmo puede mimetizarse en los fondos, sin embargo no todo depende de ello. Como en cualquier ritmo, el color actúa como una nota perturbadora y ello condiciona lo que selecciono en el encuadre. El ritmo colorista tiene su propia cadencia y es lo más difícil de entender en la fotografía porque no existe un patrón definido. Cada fotógrafo tiene su propio ritmo interior, y en ese contexto, la ciudad le brinda alternancia de ritmos coloristas como si se tratara de improvisaciones que cambian en cada momento.


Viñales, Cuba (c) Marcelo Caballero


Quizás en esas improvisaciones que semejan a "sin ritmos melodiosos" como todo lo que ocurre en las calles, la luz sobresale como la gran nota, singular de la composición.



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lunes, 26 de junio de 2017

Archivos banales

(c) Joel Meyerowitz

En los albores de la década del ’60 del siglo pasado, la fotografía de calle entró en la madurez con autores como Lee Friedlander, Joel Meyerowitz, Garry Winogrand y coincidió con los pensamientos filosóficos de esa revolucionaria década y también con la evolución del arte pop.


(c) Garry Winogrand

En sintonía con la idea de documentar lo que pasaba en las calles de las grandes ciudades (cada vez más superpobladas y cosmopolitas), el filósofo Michel Foucault comenzó a utilizar la palabra “archivo” no como un lugar estático donde guardar objetos o saberes. Todo lo contrario. El “archivo” que proponía el filósofo francés debía ser entendido como el juego dinámico de las reglas de una cultura puesto en marcha para estudiar sistemáticamente sus restos, sus detalles y especificaciones.
Esa idea fue documentada por Ed Ruscha quien analizó el paisaje urbano de Los Angeles y publicó en 1966 Every Building on the Sunset Strip.




Este proyecto muestra la estereotipada y banal arquitectura de la ciudad sin presencia humana. Y la idea no fue describir los edificios, sino organizar su secuencia para conferir la sensación de desplazamiento.



El libro semeja un acordeón y muestra dos series correspondientes a cada lado de la calle y aparecen contrapuestas e invertidas. Para ello, montó una cámara Nikon accionada por motor en la plataforma de una camioneta y condujo lentamente a lo largo de la avenida mientras la cámara se accionaba automáticamente en espacios regulares. De alguna manera, este pionero trabajo se adelantó al Google Maps, la idea actual del “archivo” que proponía Foucault en los sesenta.





Este concepto de “archivo” sirvió y sirve para adentrarse en los espacios más banales y en los aspectos más triviales de nuestras sociedad como lo viene demostrando muchos proyectos fotográficos  realizados a lo largo de los últimos 50 años.  Y sigue siendo una tendencia en la actual revolución digital caracterizada por el protagonismo de Internet, las redes sociales y la telefonía móvil. Joan Fontcuberta nos habla en detalle sobre todo ello en su último libro, La Furia de las imágenes. Notas sobre la postfotografía.

hasta pronto!



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viernes, 23 de junio de 2017

Los fondos de Yulier P


Cuando deambulo por una ciudad cualquiera con una cámara, pienso en el color, en la luz y sobre todo en los fondos. Una parte importante de esos fondos lo constituyen las paredes que hablan (o visualizan) aspectos de su gente, sus gustos, sus tradiciones, sus sueños. Y también sus decadencias, sus temores, sus tragedias. Los fondos representan un grito, un documento urbano que complementa la estética buscada en la composición callejera a color.


Paseo de Martí (Prado), La Habana (c) Marcelo Caballero

Hace poco estuve recorriendo las calles de La Habana, una ciudad que me cautiva por su capacidad de supervivencia arquitectónica (en un sentido nada romántico con perdón de Alejo Carpentier y sus columnas) como si se tratara de una digna anciana que presume de la gran belleza que tuvo en su juventud.


Centro Habana, La Habana (c) Marcelo Caballero

Así,  en la búsqueda de fondos,  donde la mayoría de los carteles y murales están dedicados a eslóganes políticos o figuras de la revolución, me encontré con unos personajes fantasmales, angustiados que firma un artista callejero llamado Yulier P.


Habana Vieja, La Habana (c) Marcelo Caballero

Según lo que me cuentan los vecinos, hace unos tres o cuatro años que aparecieron en las paredes de una ciudad casi sin casi arte callejero independiente. Estos seres fantasmagóricos que se mueven entre la parodia, la burla y la crítica social me parecieron unos fondos idóneos que vaticinan de una manera artística algo de los cambios que se avecinan.


El Malecón, La Habana (c) Marcelo Caballero


En ese contexto,  los fondos de Yulier P., cobran una gran significancia simbólica entre tantos murales políticos de corte revolucionario. Y lo más interesante, parece que a la gente le gusta esa disidencia artística.



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viernes, 2 de junio de 2017

Recortar o no recortar, esa es la cuestión


Hoy escribí la frase “recortar una imagen” en el buscador de Google y me salieron 1.300.000 páginas que hablan sobre ello. Hasta hay un wikipedia que te explica el proceso para que quede lo mejor posible la fotografía recortada.


(c) Alberto Korda

En la historia de la fotografía, existen innumerables ejemplos de “recortes famosos” como en la icónica fotografía del Che Guevara realizada por Korda.




También sirve de ejemplo, como recortaba Joan Colom, en muchas fotografías de su proyecto sobre el Raval en Barcelona en los años ’50 del siglo pasado.


(c) distintas fotografías del proyecto Raval de Joan Colom

En esa época el barrio era peligroso y el fotógrafo catalán fotografiaba clandestinamente, de una manera intuitiva, sin mirar el visor, con la cámara semioculta y cliqueando a la altura de la cintura. Por eso reencuadraba a posteriori en el laboratorio.
Pude observar de primera mano las fotografías de ese proyecto,  como hacía los recortes,  en la retrospectiva que le dedicó el Museo Nacional de Arte de Catalunya en el 2014. Y me llamó mucho la atención y fueron muy acertados los recortes.

(c) Joan Colom en plena faena


Por todo lo que digo, no quiero ser purista ni nada por el estilo. No soy quien para determinar que es mejor: si recortar o no una imagen. Sin embargo me gustaría argumentar de una manera abreviada y simple, porque yo no recorto una fotografía.

En primer lugar, porque yo siempre miro por el visor y ese gesto me lleva a encuadrar (a priori) la imagen que deseo hacer. Además como siempre llevo un objetivo fijo (35 mm.) resuelvo de una manera natural ese problema visual dando un paso para adelante u otro para atrás, según la conveniencia. Y lo hago para no recortar a posteriori. Y además soy responsable, en la previa, de todo lo concerniente a la creación visual. Disfruto con ello.

Además,  como un gran argumento geométrico, por decirlo de alguna manera,  para no cortar o encuadrar a posteriori, es que pienso a partir de los marcos  de la imagen y de esa manera “lo visual” se dirige hacia adentro. No, desde adentro hacia afuera. “El borde de la fotografía define el contenido” señala John Szarkowski en el Ojo del fotógrafo

En consonancia con Szarkowski, me gusta diseccionar formas, como en las siguientes fotografías realizadas durante el  último taller fotografía de QuitarFotos en Donostia,  el último fin de semana. 


(c) Marcelo Caballero. Donostia, mayo 2017

Y que tiene que ver con todo este proceso de encuadramiento llevado de la mano de estos argumentos tan simples como contundentes para descartar de plano la idea de recortar luego en la post producción.


(c) Marcelo Caballero. Donostia, mayo 2017



Y como un argumento filosófico, yo siempre pensé y pienso que la libertad termina ante la libertad del otro.En ese contexto, dentro del rectángulo de una cámara, soy muy libre y no me pongo ningún límite creativo en ello. Y es también allí donde tengo que pensar donde termina mi libertad. Quizás en la post producción abra las puertas hacia otras libertades; pero ya no es lo que observé en la instantánea. Eso ya es otra cosa.



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