Miradas Cómplices constituye un laboratorio de ideas, de reflexiones fotográficas e imágenes que, quizás, encuentren vuestra complicidad.

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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Transiberiano: un tren llamado aventura. Parte 2


Rumbo a los Urales

El legendario tren  transiberiano. © Marcelo Caballero

El transib, como lo llaman cariñosamente los rusos, es una imaginaria columna vertebral que enlaza docenas de pueblos a lo largo de Rusia. Es un pilar de la economía nacional junto con la industria militar. La red férrea es el transporte ruso por excelencia. El transib traslada a través de 9288 kilómetros a miles de personas, uniendo Moscú con Vladivostock, en el extremo oriental de Rusia, frente al mar de Japón.
Ricos y pobres se mezclan en los vagones.
Desde un principio de esta aventura convine en viajar en tercera clase debido a que es barato y una de las mejores maneras de conocer al pueblo que convierte al tren en una verdadera ciudad ambulante.
El amanecer me encuentra conversando con Galia Kirnasova, una joven rusa que habla muy bien el inglés. Entusiasmada, me invita a conocer su pueblo: Primero de mayo, situado a 30 kilómetros de Nizhny Novgorod.

El tren transiberiano para en Nizhny Novgorod © Marcelo Caballero
Galia vive en un típico edificio colmena derruido por el paso del tiempo. Al empujar la pesada puerta de entrada penetramos a un pasillo oscuro, con olor a pis, puertas sin manias garabateadas con aerosol. Afuera, el paisaje silencioso de fábricas abandonadas y plazas sin niños no es nada alentador. Los brutales desequilibrios de la Rusia post soviética  aún se dejan ver.
La joven al igual que muchos chavales que conocí en el tren quieren emigrar. “Conseguí trabajo como guía turística en Alaska. Me voy dentro de unas semanas” confiesa Galia.

Vista del río Volga que cruza Nizhny Novgorod , Rusia © Marcelo Caballero

Dientes de oro

Decido dejar Nizhny Novgorod  al segundo día y compro un ticket en  un tren local (cuarta clase) rumbo a Ekaterimburgo para esa noche. Me habían dicho que esos trenes tenían mala fama pero igual acepto la aventura.   El billete me salió super barato y me esperan 1400 kilómetros de travesía.
Es medianoche y hay poca gente en el andén. El tren llega a horario y entro despacio, tanteando todo. Avanzo en silencio ante la mirada inquisidora de una docena de hombres que jugaban a las cartas. Ni rastros de mujeres en aquel vagón.
Cuando intento guardar mi mochila debajo del asiento que me corresponde, un hombre del grupo me detiene. “Niet, niet, niet” (no, no, no), me gruñe ese hombrecillo exhibiendo el brillo de un canino de oro. Me quedo parado un tiempo largo…horas. Hasta que no aguanto más y lo increpo y sin más abro el baúl. Adentro una paloma hace de mi guardaequipaje su lecho real. Finalmente y a regañadientes, cede y deja que me siente.

© Marcelo Caballero

A medida que avanzamos hacia el este los husos horarios cambian y ya llevamos tres horas más que en Moscú. Desde las ventanillas vemos kilómetros de frondosos bosques de abedules, fresnos o robles, laderas verdes escarpadas y largos túneles. Nos vamos acercando a los montes Urales, el límite entre Europa y Asia.
La llegada a Ekaterimburgo impresiona. Se abre ante mis ojos un verdadero palacio con escaleras de mármol  rosado y gigantescas arañas. Adhiero al servicio de hospedaje en casa de familias y conozco a una pareja de ancianos, jubilados del sector ferroviario. Viven cerca del lugar donde el último zar fue asesinado junto con su familia en 1918.
Koler y Lida conocen a fondo la vida del transiberiano. “Antes había más dinero para el mantenimiento de los trenes. Ahora el estado ni siquiera paga salarios dignos – señala Lida – hoy el único punto positivo es que trabajan muchas mujeres”.


©Marcelo Caballero
Sigue la aventura el próximo viernes...nos adentramos en Siberia...hasta pronto!!

2 comentarios:

  1. Hice el Transiberiano hace tres años, en el mes de septiembre, y la desilusión fue grande. No se correspondía nada a la idea que yo tenía en la cabeza de vagones llenos de gente y con gran actividad. Igual es que yo no viajé en tercera.

    Otro problema es que no podíamos bajar y subir donde nos apeteciera pues había que llevar cerrado todo el itinerario. Ahora veo que tú has ido sacando los billetes a tu aire. Yo iba con dos amigos y sólo paramos unos días en Irkutsz para ir al lago Baikal, no es fácil acomodar las apetencias de cada uno.

    Desde el punto de vista fotográfico tampoco me resultó muy positivo. Lo más interesante eran las paradas de 20 minutos en las estaciones, llenas de vendedores de comida. Fui subiendo fotos a un blog que había creado expresamente para este viaje, y al finalizar el año se me olvidó renovar la direccdión IP y me quedé sin blog, pluf! desapareció en el ciberespacio!

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    1. Hola Luisa! gracias por los comentarios. Lamento que hayas tenido tantas contingencias en tu viaje. Y no sabía que había que llevar el itinerario cerrado.
      Para disfrutar del viaje hay que ir a lo libre. De esa manera, uno puede adentrarse en el inmenso cosmos de la red del transiberiano, su gente, sus pueblos que viven alrededor.
      Y si, hay que viajar en tercera clase para conocer al pueblo ruso....la gente de allí no tiene, en general, dinero para clases más confortables que están destinadas únicamente a turistas o acaudalados....
      Un abrazo grande!!

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